Descripción
Que mi actitud es desconcertante lo veo en el asombro, los gestos displicentes y en ocasiones en los ojos inyectados por un malestar auténtico que nace muy adentro, en las regiones obscenas o sagradas de los antiguos amigos que deben soportarme. Lo siento, pero no puedo continuar oprimiendo mis pensamientos, encerrarlos en la bóveda cerebral; si no los suelto, en cualquier momento, caminando por la calle o yendo en el metro, la cholla volaría hecha pedazos, salpicando a la gente cercana.
Seguro que exagero el poder de control cuando supongo que darles rienda suelta a mis ideas es un acto volitivo. La verdad es que mi propia crítica, antes tan eficaz al punto que me estaba dejando mudo, ya no funciona y lo que digo sale aprisa, sin censura, empujado por la sensación de que los últimos veinte años los he vivido completamente equivocado.








